Había una vez
«Había una vez, hijo,
cuando las gentes reían de todo corazón
reían con los ojos;
pero ahora sólo ríen con los dientes,
mientras sus ojos congelados
Hubo de veras un tiempo
en que solían saludar con el corazón;
pero ya eso es pasado, hijo.
Ahora me dan sin corazón la mano derecha
mientras con la izquierda me registran
los bolsillos vacíos.
“Siéntete como en tu casa”, “Vuelve”,
dicen, y cuando vuelvo y me siento
en casa, una, dos veces
no habrá una tercera
pues entonces encuentro las puertas cerradas.
Así que he aprendido muchas cosas, hijo.
He aprendido a llevar muchas caras
como vestidos ―cara hogareña,
cara laboral, cara callejera, cara hospitalaria, cara
de coctel―, con todas las sonrisas
de circunstancia, como un retrato.
Y también aprendí
a reír sólo con los dientes
a dar la mano sin el corazón.
Aprendí también a decir “Hasta luego”
queriendo decir “Hasta nunca”
a decir “Encantado” sin encanto
y decir “Qué interesante” con aburrimiento.
Pero créeme, hijo.
Quiero ser lo que fui
cuando era como tú. Quiero
desaprender estas cosas en sordina.
Sobre todo, quiero reaprender
cómo reír, porque mi risa ante el espejo
sólo muestra mis dientes
como colmillos de serpiente!
Por eso, muéstrame, hijo,
cómo reír; enséñame cómo
yo solía reír y sonreír una vez
cuando era como tú».
— Gabriel Okara |Había una vez
Sabine Weiss